Soñé con un gorrión que sufría de inanición y trenes que sufrían de ausencia de destino. Todos los billetes tenían un rumbo desconocido, y nosotros (no sé quiénes) los cambiábamos una y otra vez entre el sofoco y los nervios. No reconocíamos el nombre de ningún lugar.
Lo extraño es que no eran trenes de ida, sino de vuelta.
Salvé al pájaro en su último momento, dándole algodón de azúcar. Como aquella polilla se salvó en el último instante, justo antes de ahogarse. Espero que no se le aparecieran elefantes rosas...