martes, 2 de octubre de 2012

Volví a estar bajo aquel velo de princesa reprimido en el techo. Volvían a ser las tantas de la mañana y mi puerta estaba abierta. Oí sus pisadas entre la vigilia y el sueño. Me desperté de repente: estaba en el sofá. Corrí descalza a mirar por la mirilla de la puerta, pero el ruido ya se había hecho silencio.
No había pisadas sino oscuridad.