domingo, 7 de julio de 2013

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Caminaba por la avenida hacia la escuela que nunca fue. Bajaba la cuesta como si en sus piernas algún hueso estuviera a punto de quebrarse.  En mi espalda yo llevaba mis libros, en la suya se posaban mis ojos. El instante que tardaron en reconocerlo fue la tregua que me dio el miedo. 
De repente se dio la vuelta y el recuerdo desfigurado de su rostro me miró a los ojos. De su mirada colgaba un peso que le costaba arrastrar.
El monstruo de Frankenstein me hubiera resultado mucho menos terrorífico. 

1 comentario:

  1. Sabes .....podrias trabajarlo y solidificar esas ideas en un corto !!! un saludo

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