Soñé entre azules y ciruela. Suelos oblicuos, pendientes imposibles, pasos al aire. Estaba delante del espejo, de repente me llevaba la mano a la cabeza y cual fue mi sorpresa al mirarme los dedos, que estaban llenos de sangre. Había perdido un trozo de mi memoria, de mis recuerdos, quizás. Lo que llevo ansiando tanto tiempo. Entonces me recorrió esa sensación de impotencia, de no poder recuperar una parte de mí, de sentir que algo mío se ha ido para siempre. No me atreví a tocarme de nuevo, por miedo a que se hubiese perdido aún más. Entonces acudí corriendo a mamá, que, muy segura de lo que hacía, me metió la cabeza debajo de un grifo de agua. Como quien corta una hemorragia, cortó lo que se me escapaba de dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario