domingo, 29 de abril de 2012

Habíamos quedado con papá en aquel lugar tan extraño, no sabíamos muy bien por qué. Quizás para ayudarle a llevar el material que tenía encargado en los almacenes. Sí, tenía una excusa para estar allí.

Fui la primera en llegar. Tras esperar un poco y ver que no llegaba nadie, decidí volar, como tantas otras veces en mis sueños, y comprobar si había alguien -a esas horas de la tarde- detrás de aquella ventana rota que tenía cartones en lugar de persianas. Tan solo por curiosidad, me decía. Fui hasta allí y una vez debajo, levanté el vuelo con torpeza; llevaba meses sin hacerlo, casi se me había olvidado. Conseguí elevarme despacio, moviéndome muy rápido, y cuando llegué a la altura de la ventana lo vi. Sí que había alguien. Y me vio sin que yo quisiera. Yo ya era pájaro y me posé en el tejado, en el que no sabía desde cuando, había un tragaluz. Intenté esconderme, metí la cabeza entre mis alas, pero ya era tarde. Qué torpe, me dije. Lo siento, ya me voy, salgo volando de aquí, ha sido un error. Pero para mí sorpresa, no había rastro de enfado. Más bien una sonrisa que no me esperaba a raíz de mi fortuita visita. Aún así intenté huir. No te vayas.

Y esperé en el suelo, y cuando él asomó la nariz desperté, mucho antes de que nuestros ojos se encontrasen.

viernes, 20 de abril de 2012

En un subterráneo que al parecer, tan solo yo conocía. Tres visitantes; un extraño, dos conocidos, un rostro borroso, dos borrados. Aún así, ya fuese por lo que llevo dentro o por lo que me quedó de ellos, intenté advertirles del peligro. Eran túneles oscuros, encharcados por el agua que se filtraba tras la lluvia. Las vías por las que pasaba el tren aún podían verse. Más adelante se abría un foso de agua, era imposible ver lo que escondía, y justo encima se hallaban, en suspensión, los raíles del tren. Ellos esperaban en unas plataformas que colgaban a los lados, con el espacio justo para no caerse al agua, pero se abrían cada vez que pasaban los vagones. Yo lo sabía. Ellos no. Sonaba el motor del tren a lo lejos. Yo me empezaba a poner nerviosa. Ellos se sentían seguros allí arriba, el orgullo no les dejaba oír lo que les gritaba. Bajaros de ahí, os vais a caer. Pero puede que ni para eso hubieran decidido romper su silencio, ni escuchar que yo había roto el mío.

Esta mañana no pude saber lo que había sido de ellos. 

viernes, 6 de abril de 2012

Hace mucho que no sueño nada que me dé tiempo a recordar. 
Será quizás porque últimamente los sueños los tengo despierta.