jueves, 29 de diciembre de 2011

Iba montada en un coche bastante viejo con no recuerdo bien quién. El conductor podría ser Dani, pero no estoy segura. Yo tenía prisa en llegar. Parecía que hubiésemos salido de un lugar de sueños, ficticio, de videojuego. El camino serpenteaba; era un carril de tierra que sorteaba los olivos. Más rápido. Y fuimos tan rápido que, en una curva, el coche se salió del camino. Había un desnivel de unos cuatro metros y caímos hacia abajo. En los primeros metros pareció que fuésemos a tener suerte, pues el coche se mantuvo en pié, pero en el impacto de las ruedas delanteras con el suelo, volcamos hacia delante. Yo y mi acompañante salimos corriendo del coche en busca de Dani, que estaba inconsciente en el suelo. Por suerte, tras unos instantes recuperó el conocimiento.
Pero ¿qué íbamos a hacer ahora, perdidos en mitad de dos lugares, ni en uno ni en otro?

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Laberinto de escaleras imposibles, de techo sin fondo y de paredes grises. Tan solo la angustia de subir corriendo, persiguiendo algo que escapaba por el hueco, hacia arriba. No te vayas. Yo subía hacia el desván, donde se guardan los objetos antiguos, de los que decidimos prescindir. Aquellos que ya se rompieron, o están viejos. Pero hay algo, siempre hay algo, que nos hace guardarlos. Tal vez tener la certeza de sacarlos de nuevo algún día.
Pero aquello no estaba guardado aún, ni quería estarlo. Sino que se me escapaba por la escalera como el globo se le escapa a un niño en la feria. Y yo esta vez, en lugar de quedarme tan solo mirando, cavilaba si sería capaz de alcanzarlo antes de que éste llegase al tragaluz y fuese demasiado tarde. Y sin saber por qué, siempre había algo que me empujaba hacia arriba y en mi interior, el deseo de que el tragaluz estuviese cada vez más y más lejos. Hasta perderse de mi vista. 
Esto no quiere estar en ningún baúl de recuerdos, esto quiere vivir conmigo.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Soñé que me volvía tan loca como quería. Soñé despierta que lo hacía.
Me escapaba de todos mis mundos para irme directa al segundo. Desaparecía de todos los sitios sin contárselo a nadie: si no estaba en ninguna memoria, no estaría en ninguna parte. Seguía los impulsos que siempre me habían prohibido seguir, iba en su búsqueda al mundo sin cuadrículas ni reglas, sin vigilantes de seguridad ni rejas. Sin nadie más.  
Escaparía de mí misma tan solo por un día, o dos, o tres, para vivir despierta el sueño de la noche, en el que abro los ojos y no me tengo ningún reproche. Sería una refugiada con el pretexto de ser un sueño. Fumaría tabaco sin saber hacerlo.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Volví a estar en primaria. Me recorrió por dentro una vez más aquella sensación, propia del día que estaba lluvioso. Yo me saturaba por el agobio; el suelo estaba mojado, sucio, lleno de barro. La entrada saturada puesto que cerraban la puerta que daba al patio y solo teníamos una para entrar. No tenía nunca manos suficientes para la mochila y el paraguas; para dar un beso a papá y evitar los empujones en la cola de los de atrás. Ese olor una vez más. Subir corriendo por las escaleras evitando resbalar, hacer de los pasillos un laberinto y encontrar la clase correcta una vez había amanecido.
Hallar al maestro sentado en una esquina., estaba en la mesa, ni siquiera en su silla. Vestido de blanco, mirando la lluvia por la ventana. Como si no quisiera dar clase, como si el aula estuviese vacía.
Era el colegio del estilo de Bastián y la Historia Interminable, pero no encontré a ningún Fújur ni tampoco a mi caracol de carreras.

martes, 6 de diciembre de 2011

Soñé con un parque lleno de hojas de otoño. Un paseo con nubes que pintaban el sueño de blanco. Yo iba en ruedas hasta el último banco. Estaba desierto, absolutamente desierto, como si todo estuviese aguantando la respiración para el momento. Entonces vi a alguien vestido de azul. Estaba abajo del todo, también sobre ruedas. Solo. Yo temblaba de pánico pero es curioso que a la vez, me preguntaba: ¿por qué de azul?
Él subía y yo bajaba y temiendo recibir en el cruce un par de gritos o de balas en forma de palabra, cerré los ojos y me encogí como quien espera un golpe. Pero no sucedió. Tan solo pasó de largo y en cambio fueron sus ojos los que me hicieron daño. Fueron hielo congelándome las entrañas. Niebla, frío, incurable, irreparable... perdido.
Los gatos suplicándome un rayo de luz para sus pupilas, para poner en marcha el adaptómetro. El perro de Patricia que manchó de barro el coche e hizo que mamá enfadara. El parque repleto -de repente- de vida. Después lleno de lluvia. La historia que escribió la abuela la vendían en la tienda de chucherías que hace tiempo cerró. Mi angustia por no poder haberla leído.
El individuo de azul. Que por qué azul.
Yo escapé por las escaleras del lugar en el que rieron las paredes, persiguiendo y siendo perseguida, lamentando ser fugitiva.

Y de repente sueño que sabes lo que estoy soñando y en mi sueño preguntas: ¿qué significa esto? ¿qué has soñado? ¿por qué lo has soñado? Y yo me escondo y huyo de responder y me irrito porque en mi subconsciente has entrado.