domingo, 11 de diciembre de 2011

Volví a estar en primaria. Me recorrió por dentro una vez más aquella sensación, propia del día que estaba lluvioso. Yo me saturaba por el agobio; el suelo estaba mojado, sucio, lleno de barro. La entrada saturada puesto que cerraban la puerta que daba al patio y solo teníamos una para entrar. No tenía nunca manos suficientes para la mochila y el paraguas; para dar un beso a papá y evitar los empujones en la cola de los de atrás. Ese olor una vez más. Subir corriendo por las escaleras evitando resbalar, hacer de los pasillos un laberinto y encontrar la clase correcta una vez había amanecido.
Hallar al maestro sentado en una esquina., estaba en la mesa, ni siquiera en su silla. Vestido de blanco, mirando la lluvia por la ventana. Como si no quisiera dar clase, como si el aula estuviese vacía.
Era el colegio del estilo de Bastián y la Historia Interminable, pero no encontré a ningún Fújur ni tampoco a mi caracol de carreras.

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