miércoles, 28 de diciembre de 2011

Laberinto de escaleras imposibles, de techo sin fondo y de paredes grises. Tan solo la angustia de subir corriendo, persiguiendo algo que escapaba por el hueco, hacia arriba. No te vayas. Yo subía hacia el desván, donde se guardan los objetos antiguos, de los que decidimos prescindir. Aquellos que ya se rompieron, o están viejos. Pero hay algo, siempre hay algo, que nos hace guardarlos. Tal vez tener la certeza de sacarlos de nuevo algún día.
Pero aquello no estaba guardado aún, ni quería estarlo. Sino que se me escapaba por la escalera como el globo se le escapa a un niño en la feria. Y yo esta vez, en lugar de quedarme tan solo mirando, cavilaba si sería capaz de alcanzarlo antes de que éste llegase al tragaluz y fuese demasiado tarde. Y sin saber por qué, siempre había algo que me empujaba hacia arriba y en mi interior, el deseo de que el tragaluz estuviese cada vez más y más lejos. Hasta perderse de mi vista. 
Esto no quiere estar en ningún baúl de recuerdos, esto quiere vivir conmigo.

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